Las asociaciones de abogados y los especialistas han generado en estos días una alternativa de lectura de la Constitución, contraria a la visión literalista que priva en el gobierno.
Me refiero a la lectura literal del artículo 54 de la Constitución, que dice que los partidos no podrán tener un número de asientos en el Congreso superior a 8% de sus votos recibidos. La lectura literalista dice que el texto constitucional no se aplica a las que son coaliciones, porque estas no aparecen mencionadas en el texto, que habla sólo de partidos.
De ahí saltan a pretender que con 54% de los votos recibidos como coaliciones pueden tener 74% de los asientos en la Cámara, mientras la oposición con 46% de los votos recibidos sólo tendrá 26% de los asientos, o algo así.
Aquí no sólo hay un abuso de sobrerrepresentación de las mayorías. También hay un atentado a la representación de las minorías.
Las asociaciones de abogados y juristas mayores del país han planteado para este caso una lectura integral, no literal de la Constitución.
Un argumento de excepcional claridad y brillantez ha sido hecho por Pedro Salazar, jurista de la UNAM, que puede verse en la cuenta de X de Guadalupe Acosta Naranjo.
La Constitución debe interpretarse, dice Salazar, en varias dimensiones.
En primer lugar, de manera histórica: qué problema enfrentaba el legislador al momento de emitir el texto.
En segundo lugar, de manera teleológica: qué solución buscaba el legislador con su norma.
En tercer lugar, de manera garantista, cuidando de no lesionar garantías de terceros, en este caso, las de minorías políticas.
En cuarto lugar, de manera sistemática, a la luz de los otros artículos del código constitucional que enmarcan el pasaje en cuestión.
Se trata de una propuesta de lectura muy superior al literalismo oficialista y a los precedentes de fallos literalistas que hay en los órganos electorales.
Se preguntarán los lectores si no tengo otro tema de qué escribir, aparte de la sobrerrepresentación, pues apenas salgo de él.
Hay muchos otros temas, desde luego, pero ninguno tan actual y tan fundamental como este, me parece, para definir el futuro democrático o autocrático de México.